domingo, 25 de octubre de 2009

Ciudades


La ciudad está partida por la mitad. Esta rota y andamos por ella como si nada pasara. Vamos recorriendo sus calles más vistosas, con adoquines y boutiques, con plazas comerciales y parques culturales, con exposiciones fotográficas sobre rejas, con esculturas temporalmente decorando la acera, con poemas escritos en pirámides a un costado de las embajadas. Andamos por los bares llenos y con la última canción de algún grupo británico sonando, entre conceptos luminosos, con bebidas exóticas de colores, con tequila y cerveza, con ácidos y coca, con marihuana y hachís. Esta rota y andamos por ella haciendo a un lado todo lo que pueda disgustarnos. Pero basta con cruzar alguna calle, una avenida rápida, un límite delegacional. Basta con mirar tres aceras más adelante para encontrarnos ante una ciudad raposa y desvaída.

Los contrastes no se esconden, se encuentran cínicos y desperdigados, interactuando ingrávidos con nuestro día a día. Se nos presentan con Un barrio de Santa Julia a una avenida de las Oficinas De la Verónica Anzures; Con la colonia puente de piedra albergando Un hospital de precios estratosféricos, y gente que habita construcciones inconclusas y con techos de lámina; Con Lindavista separada por Ticoman del basurero y paradero de Indios Verdes. Las imágenes hermosas conviven sin recato alguno con las efigies más dolorosas o impensables durante todos los días del año.

El centro de la ciudad desde luego no es una excepción. Más allá del barroco de sus construcciones, no muy lejos de la Avenida 20 de Noviembre, de su andador de Regina o de la calle de Madero. Atrás apenas de su majestuosa Catedral y del imponente Palacio Nacional, podemos hallar el barrio de los vendedores ambulantes, del “pásele marchanta”, del “regalo perfecto para el niño o la niña”. Están las calles de paredes repletas de mercancía, de construcciones viejas destinadas al comercio, de los montones de cajas y personas y productos habitando el paso que debería ser de los autos. Cruzamos por moneda como por un puente que separa el mundo turístico de gran arquitectura del salvaje barrio del sálvese quien pueda. Andamos por Leandro Valle viendo mutar a nuestro paso la plaza de Santo Domingo en la mugrosa y famosa calle de Perú, que por las noches de martes ve desfilar transeúntes, asaltantes y asaltados, desde la conocida arena coliseo hasta el eje central para llegar a sus casas después de la función de lucha.

Todo esto sucede entre bambalinas. Detrás de las calles que todos gustan recorrer en un fin de semana, entre las banquetas que de noche quedan sólo habitadas por los montones de basura y sus carroñeros humanos que buscan con gesto arqueológico cartón, ropa y comida. Sucede ante la vista pura de la pobreza, del indigente resguardado bajo la marquesina de un mercado, de las supersticiones y religión preponderantes a la razón y la lógica, de los niños jugando en compañía de los habitantes de las puertas frente las cuales se detienen decenas de autos acogidos por las sombras todas las noches. Sucede en una ciudad que parece otra ciudad, perdida y cubierta por el polvo, en la que el centro se luce como pocas colonias en su inimaginable espectáculo de claroscuros.

La ciudad esta partida por la mitad y no lo sabe, y si lo sabe prefiere ignorarlo, hace de cuenta que nada pasa, oculta cualquier inconveniente bajo una máscara de indiferencia. Anda una mitad perdida entre las luces de los autos, las salas de los cines y los aparadores de las tiendas, mientras la otra mitad, igual de indiferente, vive sus gritos mercantes, su frío de media noche y su recolecta acostumbrada, simulando que no existe diferencia alguna entre ninguna de sus calles.




1 comentario:

  1. Lo realmente lamentable ,es como perdimos la capacidad de asombro , a pesar de que todos vemos y somos concientes de la situacion lo olvidamos ipso facto, si se avienta alguien al metro decimos : "mmm que mal pedo,llegaré tarde al trabajo,pero tendré un pretexto, ojalá salga en periódico para que me crean".

    Me da gusto que puedas reflejar las dos caras de la moneda, o mas de dos caras seguramente que tiene la ciudad,me molesta la gente que solo se concentra en lo bueno o en lo malo ,se me hace poco objetiva.

    En fin ,el dia de la afinación del arpa me acorde de ti por que entre a un edificio viejo de la calle de Bolivar , lo chacal de la fachada me hizo dudar ,al subir al segundo piso , pensé en la fortuna del dueño del edificio,esos espaciosos departamentos tipo loft,jaja no me importaría tener uno aunque se viera chacalon por fuera.

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